Artículo de Miguel Chamizo presentado al CONCURSO DE EXALTACIÓN DE LA PETENERA, INVESTIGACIÓN DE SU CANTE Y SU CONCURSO NACIONAL, edición 2010, publicado en Arcos Información.
La Petenera ¡Qué importa de dónde fuera!
Me viene a la memoria la letra de un fandango, que se ha cantado en infinidad de ocasiones, que dice así: “El Almirante Colón/ que importa de dónde fuera/ si el dinero era español/ española la bandera/ y América descubrió.” Estos versos, un poco reivindicativos, me sirven para atreverme a realizar unas cuantas reflexiones sobre el origen, más bien, sobre la realidad actual del cante por Peteneras.
Si realizamos una comparativa melódica entre lo que nos dejaron, a modo de arqueología flamenca, Medina el viejo, el Niño Medina, Pastora la Niña de los Peines (gitanísima por cierto), un poco más contemporáneos Naranjito, Fosforito, el Perro, etc. y lo que hoy en día se está cantando y premiando en el Concurso Nacional de Cante por Peteneras, podemos observar una evolución, lógica siendo la música un arte vivo, y una perpetuación de una forma musical peculiar que se ha fraguado intrínsecamente con el devenir de los años en este certamen anual.
Con ello quiero resaltar que la línea melódica de este cante grande y de difícil ejecución, sus melismas, sus lugares exactos para respirar, sus acentos prosódicos, obedecen a un patrón que se hace inexcusable para poder acceder a cualquier posibilidad de premio. Por tanto, se puede alabar el celo que la organización, y sobre todo el jurado, pone cada edición en garantizar que no se adultere ni una pizca el modelo de cante por Peteneras deseado, con la horma “paternera” moldeada a lo largo ya, ¡señoras y señores!, de treinta y cuatro años.
Todos los años oímos, en la fase previa a la final, algunas creaciones o recreaciones de Peteneras, que unas veces por ignorancia de los cantaores o incluso otras, por capacidad artística del intérprete, ofrecen variaciones, unas más acertadas que otras, de este cante, pero precisamente es aquí donde se corta y criba la posibilidad de adulterar esta forma musical. Ello no es óbice para que se pueda realizar en cualquier otro recinto del “mundo mundial”, pero en este Concurso Nacional no tiene posibilidades de prosperar de cara a una final, una Petenera que no se ajuste al modelo, y es aquí donde creo que radica la creación y perpetuación de este Cante para el presente y para las generaciones venideras.
Estos concursantes-aspirantes al premio nacional por Peteneras, son los que tienen la obligación de aprender el cante como mandan los “cánones”, como se debe ejecutar para poder ser premiado y caer en la cuenta, como ocurre en tantos concursos dedicados a un solo palo, que de no ser así no tienen posibilidad alguna. Todos los años vemos al Manolo el Siguiriya, a Antonio el Ruiseñor o a tantos otros cantaores paterneros dando consejos a los concursantes sobre tal o cual tercio, sobre una nota que baja más u otra que dura menos, o bien recomendando grabaciones antiguas de un cantaor. Esos son los verdaderos pilares sobre los que se construye la historia de este cante, y pienso que es lo verdaderamente importante, y no tanto que si nació en Petén (Méjico) o en tal o cual pueblo también llamado “Paterna”, que si Dolores la Petenera, etc., etc.
De aquí es de donde parto para afirmar que Paterna de Rivera es la gran cuna de la Petenera, no sé si nació o no en ella, pero sí que le ha estado dando de mamar mucho tiempo y llevándola a crecer hasta hacerla muy, muy grande. Seguramente les toca a otros entendidos, por supuesto mucho más que yo, aclarar, si es posible, el debate sobre su origen, pero mientras, la historia sigue su curso, y nada de lo que surja de una investigación va a cambiar ni un ápice la forma actual del cante, pues el pueblo es sabio y soberano y ya ha dictado sentencia, está en su idiosincrasia, y contra esto no hay quien pueda.
Es algo similar a lo que ocurre en Prado del Rey con las Serranas, o en Puerto Real con las Livianas, concursos también añejos, que van creciendo año tras año, pero hay una diferencia esencial, quizás por la dificultad melódica de estos dos palos: en Paterna hay una gran cantidad de aficionados, muchísimos, que son capaces de ejecutar, con un nivel aceptable, el cante por Peteneras. Brota espontáneamente en cualquier rincón del municipio, y ello da fe indiscutiblemente del enraizamiento de este cante con las entrañas del pueblo.
Igualmente podemos analizar el toque-acompañamiento de la guitarra al cante por Peteneras. Se produce una recreación libre, casi ad libitum, del compás de amalgama 6/8 y 3/4 (también conocido como compás de Petenera en los libros de teoría musical), usando el modo menor y la cadencia andaluza, que asimismo obedece a un patrón que se ejecuta en cada edición, que lleva una línea armónica inalterable, pues cualquier innovación parece adulterar la melodía cantable, por lo que podemos hablar también de un modelo de aire guitarrístico que se ha fraguado con el devenir del tiempo durante las sucesivas ediciones del concurso Nacional.
Por tanto podemos concluir que la Petenera sabe a Alcaucil, a Virgen de la Soledad, a San Sebastián, a Rufino, al Perro, al Niño de la Cava… a tantos paterneros y paterneras que han hecho de este cante un himno y que todos los años por Julio celebran y confirman que este cante tiene dueño y se riega y regala a todo el universo con los brazos abiertos a todo el que lo quiera saborear. Y es por eso que termino proclamando:
“Que importa de donde fuera
el cante por Peteneras
si está escrito en su bandera
que la cuna tiene un amo
que es Paterna de Rivera.”/